Tret de La Vanguardia

Estudios y cuartel en la Rambla

LLUÍS PERMANYER – 11/03/2006

Por la cabecera de la Rambla fluía desde la noche de los tiempos la riera D’en Malla, pero, cuando en 1360 se comenzó a tender la segunda muralla gótica, aquel espacio quedó cerrado. El lugar estaba destinado a recibir el Estudi General o universidad literaria, pero no acaeció hasta mediados del siglo XVI.

En lo que a medicina se refiere, la enseñanza había sido otorgada por Martí l’Humà en 1402 y el privilegio lo refrendaron Alfons el Magnànim y la bula papal de Nicolás V en 1450, pero las sutiles maniobras políticas de los consellers para mantener en la ciudad el equilibrio de poder, agravadas a renglón seguido por la guerra civil catalana, impidieron que la institución fraguara.

Hubo que aguardar hasta 1536 para que fuera colocada la primera piedra, a cargo de Carlos I. El edificio del Estudi General, que sufragó el Ayuntamiento, cerraba pues la Rambla entre el Portal de Santa Anna y el de Tallers; era de una banalidad desesperada y su construcción se alargó hasta 1592, pero las clases ya habían dado principio en 1559. Cosme Damià Hortolà, abad de Vilabertran, fue su primer rector.

La capilla no estuvo terminada hasta 1581. La estatua de san Lucas que presidía en lugar preferente desapareció durante la invasión napoleónica. Sobre la puerta principal del Estudi

General, un escudo que desde hace un par de decenios luce cabe el paraninfo de la Universitat de Barcelona.

La decadencia que pesó sobre esta institución favorecerá la proyección ciudadana que, en lo que a enseñanza laica se refiere, emanó al amparo de los jesuitas en el colegio de Betlem y de Cordelles, nombre del patrocinador.

Todo acabó cuando en 1714 la ciudad fue castigada por Felipe V también con el traslado a Cervera del Estudi General. Ya en 1718 aquel caserón recibió el dudoso honor de ser transformado en cuartel de artillería. Su derribo acaeció en 1843, cuando se consideró necesario abrir allí el Portal de Isabel II. A nadie le dolió la acción de la piqueta, entre otras cosas porque se vivía con pasión todo lo que creara un clima favorable al derribo de unas murallas que asfixiaban a los barceloneses.